Cuando comencé a plantear el viaje a finales del verano pasado, no dudé en ningún momento que mi ilusión era ver a Edita Gruberova en uno de los papeles que más fama le ha dado, pero a su vez el cast “alternativo” ofrecía aspectos muy llamativos, la Devia, Zapata como Percy y por supuesto Orfila como Enrico VIII. Debido a esas “maravillas” de la gestión de teatros, resultó que no coincidían en el espacio tiempo ambos repartos, por lo que tuve que hacer otra escapada (en este caso ni de 24h a Barcelona) para poder ver esta representación.
A falta de poco más de un mes, se anunció que Devia no participaría en las funciones asignadas, primera desilusión. A pocos días del comienzo de las representaciones, Zapata canceló su participación (“por problemas personales”). No negaré que llegue a arrepentirme de tener que ir, suerte que me quedaba Simón Orfila, al que me hacía mucha ilusión ver es un rol, que después de haberlo visto en la otra velada a Colombara, creía que podría lucirse, tanto vocal como escénicamente.
Lo primero que quiero destacar, es la curiosidad que me produce como puede cambiar tanto una ópera, con diferentes cantantes. Hay que tener en cuenta que salvo los solistas (secundarios incluidos) todo era lo mismo, escenografía, orquesta, director…etc. El enfoque que se tiene de esta representación es más global, los personajes se equilibran entre ellos y logran un dinamismo en toda la velada. Y si intento comparar ambas funciones, no es que una sea mejor que la otra, es que son muy diferentes y las dos tienen cosas muy buenas.
En el rol principal, la Reina, la soprano María Pia Piscitelli, es inevitable en la cabeza (y habiendo solo pasado 3 semanas) las comparaciones con Gruberova y al principio, es como si se echara en falta algo en el personaje, pero a medida que pasa la representación te das cuenta de que logra enganchar y en la parte final de la ópera (un verdadero “tour de force” para ella) logró una excelente actuación. Vocalmente muy completa, bella voz y fraseo, y en escena imponiendo su “status”.
Como Lord Percy (ya lo hizo en la función de estreno por la cancelación de Bros), Gregory Kunde, tenor Norteamericano, solvente y “veterano” (hoy en día que un tenor tenga más de 50 años es un éxito, pues pocos llegan a esa edad cantando y en tan buenas condiciones), con su voz entregada y poderosa, se metió al público en el bolsillo, otro caso parecido al de la soprano, en sí es muy diferente su interpretación a la de Bros. Logrando al final de la representación una gran ovación por parte del teatro. Me llamó la atención la fuerza y descaro con el que cantaba, cosa muy extraña hoy en día en que parece que todos los cantantes, tenores en especial, van con el freno de mano echado.
Como Enrico VIII (Rey despiadado y muy caprichoso en temas de “faldas”), Simón Orfila, logró un personaje crudo y a la vez atormentado, vocalmente espléndido y desatado, erigiéndose en el personaje alrededor del que todos los demás giran y viven. Recordar que en el otro reparto, Orfila, asumía el rol de Lord Rochefort (excepto en dos representaciones en sustitución de Colombara). El público del Liceu le premió con grandes ovaciones, y demostró una vez más que hay un “idilio” entre el teatro y el cantante menorquín, no en vano son ya 12 temporadas consecutivas en las que participa en el Liceu.
Giovanna Seymour, en esta ocasión, la Mezzo Sonia Ganassi quien estuvo impresionante, en un rol que tiene muchas vertientes (por un lado el amor que siente por el Rey y por el otro la amistad que la une con la Reina), vocalmente completa y con voz poderosa, cuajó una buena noche y así el público se lo reconoció.
Destacar la labor de Marc Pujol como Lord Rochefort, especial mención para Marina Rodríguez-Cusí en el rol de Smeton y buena participación de Jon Plazaola como Sir Hervey. Una vez más gran actuación tanto del coro del Teatro como de la Orquesta, bajo la batuta del maestro Andriy Yurkevych.
Como comenzaba diciendo y explicando, es como si hubiera visto dos óperas con el mismo título y argumento, pero con matices muy diferentes y aspectos vocales separados. La pregunta con cual me quedo, después de pensarlo varios días, la respuesta: con las dos. Ha sido un placer asistir en tan corto espacio de tiempo a un lugar tan importante como el Gran Teatre del Liceu, siempre es un lujo pisar un recinto con esa solera e historia, poder encontrar amigos y conocidos y respirar ese ambiente de ópera. Como anécdota indicar que el mes que viene se cumplen 20 años de que asistí por primera vez a una ópera, ya haré una entrada explicando mis sensaciones una vez transcurrido este simbólico espacio de tiempo.
La próxima cita con la ópera escenificada será en Junio en nuestro Teatro Principal con Il barbiere di Siviglia.
2 comentarios:
M'encanta com ho expliques!!
Digo lo mismo que María: ¡me encanta cómo lo explicas! Es como si el que lo lee lo estuviera viendo también. Yo estuve hace poco también en el Liceo, con Cavalleria y Pagliacci, que tenía muchas ganas de ver a José Cura.
En fin, que me enrollo que no veas.
Enhorabuena por el post. Un abrazo.
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