El proyecto de Puccini de poner música al drama de Sardou data de 1889, cuando lo vio en Milán y no llegó a entender los detalles de la trama, por lo qué solo después de muchos años pidió a sus libretistas que hicieran una refundición operística, el principal incoveniente era el que se trataba de adaptar la obra de un autor vivo, el propio Sardou (como era lógico) participó en el trabajo, y en algunas ocasiones esto ocasiono problemas por sus exigencias. El estreno se produjo en 14 de Enero de 1900 en Roma, consiguiendo un éxito rotundo.
En referencia al resultado del libreto conseguido, debemos ver en el, una de las obra mas brillantes no solo de Puccini sino del llamado verismo en general, emoción, pasiones salvajes, crueldad, bajos instintos; pero todo ello adaptado al teatro con gran brillantez, con gran efecto y casi lo mas importante, totalmente verosímil.
En cuanto a la música, nos engancha desde el principio, con sus tres energéticos acordes (si bemol mayor, la bemol mayor y mi mayor), fuertes casi podríamos decir brutales que se convierten en un “leitmotiv” del siniestro y malvado Barón Scarpia. La instrumentación merece mención especial, en ningún momento eclipsa a los cantantes y sin embargo siempre esta llena de vida y color. Los tres papeles protagonistas (Floria Tosca, Mario Cavaradossi y Barón Scarpia) es donde los artistas importantes pueden probar todos los registros de que son capaces. Raras veces las voces brillantes como las exigidas en esta ópera están al servicio del drama de forma tan acertada como aquí, y que con la labor de un buen director de orquesta y un buen escenógrafo, mantienen la intriga argumental y la intensidad musical desde el principio al fin.
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